domingo, 9 de octubre de 2011

traje de sonrisas

Desde hace tiempo intento no tener ni un día malo. 
Vivo en mi burbuja donde no hay lugar para el enfado. 
Voy sonriendo por la vida y a veces la gente me mira pensando que estoy loco perdido.  
Ando dando palmas como un mono con platillos y no suelto pestes ni tomando fibra. 
Procuro que no haya chisme que me afecte o me deprima. Cada vez cuesta más que algo me moleste y no estoy triste porque a fin de cuentas, todo es un chiste.
Y si algo me quita el sueño, no hay problema, que un mal trago lo tiene cualquiera y un día tonto no es para tanto por muy largo que sea.
La vida es como un espejo. Te sonríe si la miras sonriendo. Y sonreír es gratis. Y sano. Y agradable. Y fácil. Las pequeñas alegrías ni se alquilan ni se venden. 
Vivo el día a día y no el mañana de ayer y si tengo algo que hacer, alguien que me ama y a quien amar, el resto de las cosas pueden esperar.


viernes, 7 de octubre de 2011

elegir las palabras

En un país muy lejano,  vivía un viejo Sultán que además de ser un hombre muy temperamental era muy supersticioso. Una noche soñó que había perdido todos los dientes. Inmediatamente después de despertar, mandó llamar a uno de los sabios de su corte para pedirle urgentemente que interpretase su sueño.        
- ¡Qué desgracia mi Señor! - exclamó el Sabio - Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.        
- ¡Qué insolencia! - gritó el Sultán enfurecido - ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!        
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos, por ser un pájaro de mal agüero. 
Más tarde, ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:        
- ¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que vuestra merced tendrá una larga vida y sobrevivirá a todos sus parientes.        
Entonces se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando el segundo Sabio salió del Palacio, uno de los consejeros reales le dijo admirado:        
- ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños del Sultán es la misma que la del primer Sabio. No entiendo por qué al primero le castigó con cien azotes, mientras que a vos os premia con cien monedas de oro.        
- Recuerda bien amigo mío --respondió el segundo Sabio-- que todo depende de la forma en que se dicen las cosas... La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado...        
- No olvides mi querido amigo --continuó el sabio-- que puedes comunicar una misma verdad de dos formas: la pesimista que sólo recalcará el lado negativo de esa verdad; o la optimista, que sabrá encontrarle siempre el lado positivo a la misma verdad".