domingo, 8 de noviembre de 2015

un par de kilos


“Si pierdo un par de kilos en una semana, me sentiré feliz”. Esta es una frase que he escuchado en cantidad de ocasiones en una primera consulta.
La frase encierra  un cierto grado de esperanza en el sentido de que comenzar una dieta y hacerlo bajando peso de manera ostensible, puede animar a la persona para seguir intentándolo, pero también encierra un peligro latente, que es el intentar comparar las siguientes semanas con la primera. 
Casi todo el mundo que haya comenzado una dieta alguna vez, sabe que habitualmente es en la primera semana en la que mayor pérdida de peso se observa. Fijaos que acabo de decir que se observa mayor pérdida de peso, no mayor adelgazamiento (es decir, pérdida de grasa) y eso sucede porque al comienzo de la dieta es cuando mayor movimiento de líquidos corporales hay y por eso, al eliminar más líquido, la báscula refleja mayor pérdida de peso. 
De hecho, si nos paramos a  pensar un momento, nos daremos cuenta que casi todas las “dietas milagro” son dietas que duran muy pocos días y que de una manera o de otra fuerzan la eliminación de líquido y, al menos aparentemente, consiguen un adelgazamiento rápido, pero en realidad no nos aportan nada bueno, ya que no nos enseñan buenos hábitos alimentarios y nos hacen perder peso por deshidratación. 
Volviendo a la frase de “si pierdo un par de kilos...”, he de decir que esto del adelgazamiento no es una carrera de velocidad en la que hay que perder kilos rápidamente,  sino más bien una carrera de fondo (o al menos de medio fondo) en la que influye más la resistencia y la perseverancia que la explosividad que requieren las pruebas cortas. No obtendrá mejor resultado quien más corra sino quien sepa dosificar su esfuerzo y sepa superar las dificultades y los altibajos (¿os acordáis de la fábula de la liebre y la tortuga?) 
Pero no podemos pasar por alto lo más dramático de la frase en cuestión: “...me sentiré feliz”. Desde mi humilde punto de vista, esta coletilla lleva consigo un tremendo error. No podemos basar nuestra felicidad en perder un par de kilos en una semana. Acaso nos ocasione una pequeña alegría que, como decía al comenzar el post, nos anime a perseverar en el intento, pero de ahí a decir que por eso nos sentiremos felices o, lo que sería lo mismo (o incluso peor), que el no conseguirlo nos haga sentirnos desgraciados, va un abismo. 
No hago más que insistir en que una actitud positiva es fundamental, igual que para casi todo en esta vida ( y digo “casi” por dejar el beneficio de la duda) para afrontar un tratamiento para adelgazar, pero crearse uno mismo unas expectativas desmedidas, aunque sean positivas, no nos lleva a ningún sitio o, en todo caso, a sentirnos frustrados si no lo conseguimos. 
Pongamos los pies en el suelo y marquémonos objetivos realistas y fáciles de conseguir, perseveremos en el intento, levantémonos si nos caemos e intentemos ser felices con todas esas pequeñas cosas que nos ofrece la vida, aunque no perdamos dos kilos en una semana. 
Hay cosas más importantes ¿no os parece?